miércoles, enero 23, 2008

Monstruos perfectos

Cuando uno ha entrado en esa vida, cuando uno está realmente dentro de ella, con los ejercicios matinales de Pilates, y las llamadas telefónicas a mediodía, y el almuerzo en el Duhau, que ahora se considera menos ostentoso que la Bourgogne, pues entonces...bueno, entonces, la idea de no ser buenos es inconcebible. Como aspecto colateral de ser ricos y famosos, ellos se han comprometido a hacer del mundo un lugar mejor. Tomen por ejemplo a la señora Mónica Parisier, presidente de la Fundación Make-A-Wish. Toda su vida está generosamente dedicada a recaudar fondos para cumplir el sueño de niños con enfermedades terminales. Con ese objetivo altruista, reunió a todo-el-mundo-que-es-alguien en el cóctel de inauguración de la muestra Soñarte, sueños pintados, que noches más tarde sería subastada en el MALBA a beneficio de la fundación. La Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes rezumaba cantidades notables de personajes célebres, de damas sensibles circulando por el salón con la misma cautela y precisión de una mano recogiendo vidrios rotos, como si hubieran saltado de las páginas de Vogue, aunque, sin duda, Vogue se inspira en ellas: las hermanas Patricia y Rosella Della Giovampaola by Oscar de la Renta y zapatos Christian Louboutin, Karina Rabolini, María Laura Leguizamón, Cecilia Zuberbühler..."Siempre he realizado actividades solidarias", decía la señora de Guido Parisier aquella noche a una cronista desnutrida de Fashion TV. Después, bajando los párpados, très Jane Austen, añadió: por alguna razón, uno en determinado momento de su vida tiene necesidad de estas cosas. Probablemente porque durante todo ese tiempo he estado superdedicada a mis tres hijos, que ya son adolescentes.Y entonces se levantó, cruzó al otro extremo de la sala y dijo, ensayando una sonrisa impecable frente a la multitud:"Quiero agradecerles mucho, muchísimo, que hayan venido. Hoy estamos acá para hacer feliz a un niño cuya vida está en peligro".Acto seguido, agradeció a los cuarenta y dos artistas plásticos y escultores rioplatenses que donaron su obra. La señora de Parisier es notable, con esa rara belleza bruñida que perdura a través de los años. Su voz rica en tonos como un oboe. Todo era perfecto.Precisamente en este punto, el editor Luis Chitarroni, de pie, con una copa en mano, me susurró al oído: "Con seres así, se puede practicar coherentemente la beneficencia". Alzó su copa, bebió un sorbo de champán y paseó la mirada por la sala, atrapando en passant a don Carlos Pedro Blaquier, que acababa de bajar de su limusina. "Por eso, en las sociedades filantrópicas las autoridades son todas famas, y la bibliotecaria es una pobre esperanza, como escribió un hombre que contaba historias de cronopios y de famas". Volvió a tomar un trago. "¿Acaso no es tan cierto, querida?".Sí, Dios sabe bien que los famas son capaces de gestos de una gran generosidad.

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