miércoles, enero 23, 2008
Escribir como si uno estuviera calvo
Cuando Marek van der Jagt publicó Cómo me quedé calvo (Tusquets), en su país se produjo un suceso de ventas. Rápidamente todos se preguntaron quién era este autor de Amsterdam que, en apenas dos meses, había convulsionado los círculos intelectuales de Holanda. Nadie lo conocía, y van der Jagt hacía lo imposible por seguir en el misterio. Llegaron muy pronto las traducciones de esta sorprendente autobiografía y la impostura terminó por develarse: Marek van der Jagt era el seudónimo de Arnon Grunberg (Amsterdam, 1967), un autor de cierto prestigio por dos novelas anteriores premiadas, pero sin demasiado reconocimiento del público. La farsa se vino abajo porque a las ventas y traducciones inmediatamente le sucedieron premios. "Alguien tenía que recibirlos -admitió Grunberg-, así que me puse la peluca y fui yo". Pero Grunberg no es pelado, al contrario, le sobran pelos y desparpajo en la cabeza. Hoy por hoy se ha transformado en un verdadero fenómeno en toda Europa, y la clave del caso Grunberg acaso resida en la libertad expresiva que le confirió el seudónimo de su personaje para escribir despojado de todo esfuerzo estilístico. La lectura es obvia: nada presiona más que el ego. Grunberg lo anuló para poder ser él mismo. No es paradoja. En uno de los tramos finales de esta transparente novela, Marek admite lo siguiente: "Cómo me quedé calvo podría haberse llamado La historia de un talento desaprovechado o, mejor aún, La historia de un talento inexistente. Tampoco habría quedado mal titularla: La historia de mi mediocridad..."Montherlant aconsejaba a los escritores noveles (y no tanto) una verdad a todas luces invencible: "Hay que escribir como si uno estuviera muerto". Bajo el imperativo de esta cláusula, afirmaba, uno se libraba de tics, manierismos y, sobre todo, del tratamiento falso del lenguaje. Pero también, y con más razón aún, uno se liberaba de las presiones del juicio de los contemporáneos. Lo que cuenta Marek van der Jagt en Cómo me quedé calvo no lo había contado antes Grunberg en sus dos libros. ¿Es autobiográfico el texto? Sí y no, porque -ya se sabe- no hay género más mentiroso que el autobiográfico. La historia la narra Marek, un tímido y muy opaco estudiante austríaco de Filosofía que a los dieciocho se lanza a la búsqueda del amour fou. Por sus lecturas, él sabe que el amour fou no es otra cosa que el amor pleno, total, salvaje y absoluto. Pero esta noción intelectual es una máscara. El amour fou en Marek es la sublimación de todo lo que ha representado su madre, ya muerta. La madre de Marek era una mujer excéntrica, aparentemente fría pero hipersensible, apasionada por los pobres y por los amantes rápidos y bohemios, de ser posible. Todas las acciones de Marek en el libro están marcadas por los dichos y las acciones de esta mujer. Aunque no es únicamente edípica la relación, puesto que al vínculo familiar también lo refuerza el padre, un observador desapasionado y equidistante de las infidelidades altruistas de su mujer. "Un cerdo", lo define Marek, pero aventajado. El cuadro disfuncional lo completan los dos hermanos del protagonista, a cuál más desquiciado. Así las cosas, la cruzada emocional de Marek por conquistar el amour fou que leyó a los catorce tiene su punto alto cuando se topa con dos muchachas de Luxemburgo, Andrea y Milena. La relación con una -de la otra se encarga su hermano- deriva en un fracaso atroz: el pene de Marek es "una insignificancia". Una genuina rareza en completa desarmonía con su cuerpo. Peor aun: debe ser observado con lupa. ¿Algún complejo? No tanto. Con absoluta naturalidad Marek irá en pos de Mica a fin de superar el trance. La calvicie que en días le generan las píldoras homeopáticas de Mica para desarrollar su miembro no son otra cosa que la burla a las apariencias que juega Grunberg. "Nunca sabré qué cosas conmovieron a mamá, pero sospecho que la felicidad la decepcionó mucho más que la belleza...Y los estragos que ella causó no tenían nada que ver con la maldad ni con la indiferencia, nacían de un deseo visceral por el amour fou..."En el bies de esta historia, la versión de la muerte de la madre de Marek cayendo al vacío por un resbalón antes que por un empujón (una caída desde lo alto, como caen las estrellas sin profesión), resulta sin duda aleccionadora: no hay risa sin caída. Marek es tan culpable como puede serlo la ficción detrás de los hechos oficiales. "Quien lea esto me acusará de poseer una imaginación desmedida -dice el protagonista-, y, en el peor de los casos, de ser un enfermo mental. Quien quiera encontrarme que busque sin embargo bajo la f de ficción, donde rigen otras leyes y otras normas, donde no existen las versiones oficiales". El amour fou no conduce a la felicidad, tampoco la humanidad conduce a la humanidad. Los imponderables superan toda aspiración: una mujer mayor como Mica puede ser parte de ese amor. En la decepción está el sosiego también, y la aceptación de las circunstancias imprevisibles que llegan cada día a la vida de cualquiera. Somos personajes nimios, apenas si nos damos cuenta de algunas ráfagas felices que nos atraviesan. El cuerpo de Mica -"una ciudad bombardeada", para muchos- puede haber estado atravesado por Marek en alguno de esos instantes. O, como dice Grunberg detrás del protagonista, "el amor es una guerra de muchos frentes". Pero nadie es consciente hasta que abandona el campo de batalla.Una coda para esta magnífica novela: la inusual destreza estilística del autor para pasar del humor más corrosivo a la tristeza más apabullante. Sin transición, con la velocidad de la vida misma. Grunberg escribe como si estuviera muerto. O calvo, en su caso es lo mismo.
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