miércoles, enero 23, 2008
Una cola de Donoso
Cuando la lagartija se siente acorralada y en peligro de muerte, se desprende de su cola. Ésta queda saltando y moviéndose sola durante varios segundos, por lo que el depredador se lanza sobre ella y la lagartija logra escapar. En pocos días tendrá nueva cola y nuevo señuelo para enfrentar los peligros. Es lo que hace Armando Muñoz-Roa, el protagonista de esta novela que Donoso (1924-1996) escribió a comienzos de los setenta y luego abandonó definitivamente hasta que su hija Pilar la halló entre los escritos que el chileno años antes había vendido a la Universidad de Princeton, en EE.UU., donde dictaba clases. Muñoz-Roa es pintor fundacional del movimiento informalista y él también se automutila, excluyéndose y refugiándose del arte y de las nefastas consecuencias del éxito en su departamento de Barcelona para recordar y hacer un balance de su vida. El objeto más nítido de su memoria está en el pueblo de Dors, donde años atrás, en el comienzo de su carrera, inició su clausura y fuga del mundo artístico con Luisa, su prima y amante. El vínculo entre ambos fue breve pero intenso, y se desmoronó con estas palabras de la joven: "Todo esto es falso, todo lo que te he exigido para quererte es falso, postizo, no pertenece a tu esencia, te lo he fabricado y exigido yo...No resulta (...) y cuando se trata de una fama improvisada del hombre con que estoy, es un poder falso, tu fama es falsa, así como no es falso tu talento. Pero tu talento me interesa y no me produce amor".Puesto a recordar, Muñoz-Roa relata el viaje de Barcelona en dirección a Tarragona con Luisa, la visión decadente de los pueblos costeros de la costa catalana por obra del creciente turismo y la sensación de pérdida irreparable que ambos sienten frente al avance de la modernidad. "Esta afrenta comercial del gusto más vulgar al paisaje, a lo natural, y que los nativos creen que era progreso, bueno, era asqueroso, simplemente repugnante", dice. Escapan del camino costero y llegan al pueblo perdido de Dors, alejado de las hordas malolientes de bronceador, entre las montañas, donde Muñoz-Roa imagina ha de hallarse con la verdadera identidad del país. "Dors me hizo creer que me encontraba por primera vez ante la posibilidad de una vida total". El espejismo no tardará en esfumarse y el poblado -apartado y tradicional- también mostrará su vulnerable costado inmobiliario ante los emprendimientos edilicios y comerciales que están a punto de sitiarlo.Lagartija sin cola es una novela de melancolía creciente, una visión amarga y poco optimista de la España que pocos años más tarde, en los ochenta, se abriría con inusitado vigor económico al resto de Europa y al mundo. La parábola sobre la desvalorización del arte en el caso de Muñoz-Roa corre paralela a la mirada política de una España a punto de perder sus valores. Pero los valores de la España tradicional y replegada sobre sí, debe recordarse, ya conocían el impacto turístico en años previos, pues fue Franco quien comenzó a cimentar la economía de su régimen sobre las regalías que producían en el país los visitantes extranjeros. Inevitablemente, la mercantilización también toca al arte. La negativa del informalista Muñoz-Roa a plegarse a los cambios lo llevan a decir: "(...) si yo hubiera seguido pintando, pero no quise, preferí no hacerlo, y me suicidé: asco, asco, yo no estaba para producir para gente rica, para millonarios, yo era pintor, sí, era pintor, creaba cuadros, producía obras de arte, no materia prima para mantener en movimiento las grandes maquinarias burguesas y filisteas de las galerías, los marchantes, las exposiciones, los vernisagges, los aficionados, los coleccionistas, los decoradores, toda esa raza inferior, los chupasangre que terminaron por prostituir y liquidar a aquellos que fueron pintores..."¿Por qué Donoso dejó esta cola de novela sin terminar y hoy aparece brincando y moviéndose editorialmente como señuelo para lectores y críticos? No se sabe. La comenzó en el pueblo catalán de Calaceite, donde residía, en 1973, y la abandonó sin mayores explicaciones. El investigador y ensayista peruano Julio Ortega hizo una revisión del manuscrito, en particular de la prosodia -como señala- a fin de "aliviar reiteraciones o tropiezos y facilitar su extraordinaria fluidez", y ahora ha sido comercializada -valga la paradoja temática- bajo el sello Alfaguara. Aunque en su morosidad y encabalgamiento de las frases es un Donoso genuino, es casi seguro que al libro el autor de El obsceno pájaro de la noche y Coronación lo hubiera recortado un poco más. Casi, no seguro. Pese a la diestra mirada de Ortega, hay iteraciones, y aunque en los años apuntados el registro narrativo del chileno poseía algunos tics narrativos del setentismo, los hilos que quedaron sin anudar de esta historia se advierten. Argumentalmente no parece muy arriesgado suponer que la fábula de esta lagartija encuentre su mejor versión en El jardín de al lado, novela posterior y una de las más acabadas y mejor estructuradas del chileno. Con todo, las obsesiones donosianas subyacen y se materializan. Para quienes estimamos la obra de este Henry James de la literatura latinoamericana la aparición de este inédito es un acontecimiento, para las generaciones más jóvenes o quienes nunca accedieron a los fantásticos dominios de su prosa puede ser un señuelo, logrado, sí, pero señuelo al fin y no presa vital. Esperar antes de morder. Se sabe que donde mejor se reproducen las lagartijas es entre los papeles de un escritor muerto.
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